lunes, 9 de abril de 2012

Unos clientes diferentes...


Una de mis peores experiencias tras el mostrador de PORTO, hace ya años, me demostró lo contraproducente que resulta a veces el ser un tendero atento…


Entre los diferentes comics que tenía PORTO contábamos con una vistosa sección erótica. Era una de las más rentables y con público más variado, desde agresivos ejecutivos o jóvenes universitarios, hasta señores que no terminaban de tener claro que era un comic y que estoy seguro nunca llegaron a leer del todo la mayoría de los tomos que adquirieron….. Es curioso, sin que llegáramos a hacer un estudio demasiado preciso de la clientela, puedo afirmar que la mayoría de los consumidores de este producto eran varones. Singular segmentación la del mercado erótico ¿Cómo resuelven ellas estas necesidades?……

Los comics, que aún hoy para captar la atención de la clientela siguen los mismos criterios estéticos y, en definitiva, de volumen que las revistas eróticas, es decir, si hay que elegir mejor cantidad que calidad (además los comics tiene la ventaja de que la gravedad no es una ley que impere….), se ubicaban en una discreta estantería en la parte más alta de los expositores en un pequeño rincón de la vieja tienda, uno de esos espacios muertos que resultan una maldición para un tendero, esos sitios que te obligan a levantarte y a redoblar tu atención para tener una visión amplia de las tentaciones de la clientela.

Siempre creí que esas tentaciones tenían que ver más con los pecados mortales que con los veniales, pero con el paso del tiempo se hicieron asiduos a aquel rincón y aquella estantería un par de usuarios que no clientes, un grupo de esos lectores de gratis que devoran con fruición los libros en las librerías sin hacer una sola compra (no sé si este tipo de prácticas lo tiene tipificada la ESGAE o agencias similares….). Lo singular del caso es que aquellos comics siempre los leían a una mano, la otra contaba calderilla en los bolsillos. No es que molestaran demasiado, lo cierto es que aquellos adolescentes eran lo suficientemente discretos como para allegarse hasta la tienda justo media hora antes de cerrar, a esas horas en las que sabes que nadie entrará y que sólo te resta echar el cierre.

El asunto comenzó a convertirse en algo insidioso cuando la asiduidad de los consumidores in situ de comics eróticos se hizo diaria y se arrogaron el privilegio de decidir la hora de cierre, remoloneando hasta que el ruido de las verjas amenazaban con dejarlos atrapados en PORTO. Entre los clientes y los amigos (no pocas veces coinciden…) cundió la alarma y la sensación de agravio - “Que pasa, yo por lo menos los compro…. Deberías decirles algo, llamarles la atención”- Se quejaron amargamente algunos. Yo siempre fui una persona de carácter débil, así que me dejé llevar y me apresté a llamarles la atención, o algo así….

No lo dudé, un día, poco antes del cierre, me dirigí decidido a uno de los interfectos, que, concentrado hasta la ausencia, se las veía y se las deseaba para pasar una página con una sola mana de pie frente a la estantería. No tenía claro que decirle sin resultar demasiado agresivo o desagradable, algo impropio en mí, así que recurrí al tópico del tendero atento confiando en que sería suficiente para afearle la conducta.

“Puedo ayudarle en algo……”

Dios ¡Qué horror! Aún hoy recuerdo su mirada y su sonrisa entre desconcertado y pillado con la mano en la…. en la….en la página. Por un instante, que me pareció una pegajosa eternidad, tuve la sensación de que me iba a responder que sí, que sí le podía ayudar. Si esa hubiera sido la respuesta me habría dejado helado de por vida. En ningún momento se sacó la mano del bolsillo, cerró la revista con relamida pereza y la dejó sobre la estantería, se miró furtivamente la bragueta y dejó la tienda con el aplomo del furtivo que espera escapar del guarda de la finca después de que le pillara desollando un conejo, siempre con la mano en el bolsillo.  

Aún hoy siento alivio por el hecho de que no me respondiera que sí, que podía ayudarle. A partir de esa respuesta y en aquella situación poco habría importado en qué podría haberle ayudado en realidad. Aún me consuela el pensar que la petición de ayuda fuera la de que le informara sobre el precio de la revista o al menos que sólo necesitara ayuda para pasar la página…

Desde entonces me cuido mucho a la hora de ofrecer mi ayuda a los clientes, me aseguro previamente de cuáles serán sus demandas y de conocer los productos que consumen y, sobre todo, de dónde están sus manos….

En fin, sólo es PORTO 
Héctor Mendoza

6 comentarios:

  1. Acabo de perder mi fe en la especie humana... Buenas líneas.;)

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  2. Jajajaja buenísima Hector

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  3. no era una tienda de libros y muñecos pequeñitos que son inofencivos ajajjajajaj

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  4. Héctor, espero que esta historia no haya que leerla con una mano en el ratón y otra en el bolsillo... xD

    Tio, que bien escribes. De verdad que me encantan estas historias.

    Un saludo y reverencia, Maestro!

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  5. Esto... fuerte mente perversa tengo... mira tú que imaginarme que te iba a pedir que le abrieras el coche mientras sacaba de su bolsillo las llaves... xDDDD

    Grande!

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