Una de mis peores
experiencias tras el mostrador de PORTO, hace ya años, me demostró lo
contraproducente que resulta a veces el ser un tendero atento…
Entre los diferentes
comics que tenía PORTO contábamos con una vistosa sección erótica. Era una de
las más rentables y con público más variado, desde agresivos ejecutivos o
jóvenes universitarios, hasta señores que no terminaban de tener claro que era
un comic y que estoy seguro nunca llegaron a leer del todo la mayoría de los
tomos que adquirieron….. Es curioso, sin que llegáramos a hacer un estudio
demasiado preciso de la clientela, puedo afirmar que la mayoría de los
consumidores de este producto eran varones. Singular segmentación la del
mercado erótico ¿Cómo resuelven ellas estas necesidades?……
Los comics, que aún
hoy para captar la atención de la clientela siguen los mismos criterios
estéticos y, en definitiva, de volumen que las revistas eróticas, es decir, si
hay que elegir mejor cantidad que calidad (además los comics tiene la ventaja
de que la gravedad no es una ley que impere….), se ubicaban en una discreta
estantería en la parte más alta de los expositores en un pequeño rincón de la
vieja tienda, uno de esos espacios muertos que resultan una maldición para un
tendero, esos sitios que te obligan a levantarte y a redoblar tu atención para
tener una visión amplia de las tentaciones de la clientela.
Siempre creí que
esas tentaciones tenían que ver más con los pecados mortales que con los
veniales, pero con el paso del tiempo se hicieron asiduos a aquel rincón y
aquella estantería un par de usuarios que no clientes, un grupo de esos
lectores de gratis que devoran con fruición los libros en las librerías sin
hacer una sola compra (no sé si este tipo de prácticas lo tiene tipificada la
ESGAE o agencias similares….). Lo singular del caso es que aquellos comics
siempre los leían a una mano, la otra contaba calderilla en los bolsillos. No
es que molestaran demasiado, lo cierto es que aquellos adolescentes eran lo
suficientemente discretos como para allegarse hasta la tienda justo media hora
antes de cerrar, a esas horas en las que sabes que nadie entrará y que sólo te
resta echar el cierre.
El asunto comenzó a
convertirse en algo insidioso cuando la asiduidad de los consumidores in situ
de comics eróticos se hizo diaria y se arrogaron el privilegio de decidir la
hora de cierre, remoloneando hasta que el ruido de las verjas amenazaban con
dejarlos atrapados en PORTO. Entre los clientes y los amigos (no pocas veces
coinciden…) cundió la alarma y la sensación de agravio - “Que pasa, yo por lo
menos los compro…. Deberías decirles algo, llamarles la atención”- Se quejaron
amargamente algunos. Yo siempre fui una persona de carácter débil, así que me
dejé llevar y me apresté a llamarles la atención, o algo así….
No lo dudé, un día,
poco antes del cierre, me dirigí decidido a uno de los interfectos, que,
concentrado hasta la ausencia, se las veía y se las deseaba para pasar una
página con una sola mana de pie frente a la estantería. No tenía claro que
decirle sin resultar demasiado agresivo o desagradable, algo impropio en mí,
así que recurrí al tópico del tendero atento confiando en que sería suficiente
para afearle la conducta.
“Puedo ayudarle en
algo……”
Dios ¡Qué horror! Aún
hoy recuerdo su mirada y su sonrisa entre desconcertado y pillado con la mano
en la…. en la….en la página. Por un instante, que me pareció una pegajosa
eternidad, tuve la sensación de que me iba a responder que sí, que sí le podía
ayudar. Si esa hubiera sido la respuesta me habría dejado helado de por vida.
En ningún momento se sacó la mano del bolsillo, cerró la revista con relamida
pereza y la dejó sobre la estantería, se miró furtivamente la bragueta y dejó
la tienda con el aplomo del furtivo que espera escapar del guarda de la finca
después de que le pillara desollando un conejo, siempre con la mano en el
bolsillo.
Aún hoy siento
alivio por el hecho de que no me respondiera que sí, que podía ayudarle. A
partir de esa respuesta y en aquella situación poco habría importado en qué
podría haberle ayudado en realidad. Aún me consuela el pensar que la petición
de ayuda fuera la de que le informara sobre el precio de la revista o al menos
que sólo necesitara ayuda para pasar la página…
Desde entonces me
cuido mucho a la hora de ofrecer mi ayuda a los clientes, me aseguro
previamente de cuáles serán sus demandas y de conocer los productos que
consumen y, sobre todo, de dónde están sus manos….
En fin, sólo es
PORTO
Héctor Mendoza
jaja historias para no dormir XD
ResponderEliminarAcabo de perder mi fe en la especie humana... Buenas líneas.;)
ResponderEliminarJajajaja buenísima Hector
ResponderEliminarno era una tienda de libros y muñecos pequeñitos que son inofencivos ajajjajajaj
ResponderEliminarHéctor, espero que esta historia no haya que leerla con una mano en el ratón y otra en el bolsillo... xD
ResponderEliminarTio, que bien escribes. De verdad que me encantan estas historias.
Un saludo y reverencia, Maestro!
Esto... fuerte mente perversa tengo... mira tú que imaginarme que te iba a pedir que le abrieras el coche mientras sacaba de su bolsillo las llaves... xDDDD
ResponderEliminarGrande!